La infancia en distintos lugares del mundo
a la/s
1:00 a.m.
Dicen los poetas que la infancia es la primavera de la vida. Por eso,
ahora que el sol se ha decidido a asomar y las flores invaden los
parques y campos, es conveniente volver la mirada a esos jovenzuelos
que, el día de mañana, cargarán con la responsabilidad de sacar adelante
este planeta. De momento, la mayoría de ellos bastante tienen con
crecer poco a poco y, mientras, dedicarse a jugar y a aprender a no
cometer los errores de los adultos. Porque, aunque sean más bajitos, los
niños tienen una posición privilegiada. Ven todo lo que hacemos, bueno o
malo, copian todo lo que les enseñamos, y nos lo muestran, reflejado en
su particular miniatura, para que nos enorgullezcamos o nos
avergoncemos según el caso. Los críos viven tal cual lo hacen sus
mayores; observándolos a ellos podemos comprender cómo funciona la
sociedad. O mejor dicho, las sociedades, porque la Tierra en que vivimos
es muy irregular. Ricos y pobres, desgraciados y afortunados, en paz o
en guerra, así son los niños. Así es el mundo.
En
Nepal cuentan con una tradición muy poco amable. Cuando a las
adolescentes les llega la menstruación, las encierran en unos cobertizos
llamados "chaupadi" y las mantienen aisladas, porque las consideran
impuras. Imagen del pueblo de legudsen, en el distrito de Achham, al
oeste del país
Nos vamos a Oriente Próximo, a una instantánea que podría malentenderse, pero no deja de ser inocente: un crío levanta una pistola de juguete mientras una niña se viste tradicionalmente junto a un mural de Jerusalén, durante la festividad judía del Purim en su escuela de Sderot, junto a Gaza. Sonríe a pesar de que 60 cohetes fueran disparados en la localidad días antes por la Jihad islámica. La costumbre les hace endurecerse.
La
primavera ha llegado ya a algunos lugares del hemisferio Norte. Un
muchacho juega en el jardín Pollinator, en el Museo de Historia Natural
de Los Ángeles, California.
Hay
otros sitios donde el frío invernal permanece. Es el caso de
Krasnoyarsk, en plena Siberia. Allí, en algunas escuelas, entrenan a los
niños de forma especial para resistir las bajas temperaturas, y parte
del método consiste en arrojarse cubos de agua helada.
En
otras latitudes, sin embargo, las cosas son completamente diferentes.
En Singapur el problema es una ola de calor que ha traído el clima más
seco jamás visto. Se han habilitado fuentes especiales para que la
población se refresque, con agua reciclada, y los chavales son los
primeros en aprovecharlas.
Las
escuelas de otros países tienen preocupaciones bien distintas. Los
colegios de Tokio hacen a menudo simulacros de terremotos, un fenómeno
muy frecuente en Japón, para que desde bien pequeños los niños estén
preparados
Donde
no llegan las escuelas, son las iniciativas de algunos particulares las
que se encargan del futuro de los más jóvenes. En la comunidad indígena
de Pacayita, en Nicaragua, el ex boxeador Marco Cano, antiguo campeón
nacional amateur, ha fundado una academia que pretende mantener a los
niños centrados en el deporte y, por tanto, alejados de las drogas y de
las bandas organizadas. Alguna muchacha tiene madera de campeona.
La
vida también es muy diferente para las niñas según sean de uno u otro
lugar. En la India, en la ciudad de Chennai, se celebra el Holi, también
llamado Festival de Colores. Para demostrar lo contentas que están por
la llegada del buen tiempo, unas se embadurnan a otras con pinturas de
tonos llamativos.
Los
niños tienen la capacidad innata de conservar la felicidad y la alegría
incluso en las circunstancias más difíciles. Estas chicas viven en
Buenaventura, una ciudad colombiana azotada por una ola de violencia que
ha obligado a muchos residentes a abandonar sus casas, presas del miedo
La
inocencia de los críos es tal que no conocen de símbolos ni de
implicaciones políticas. A este muchacho cubano le da igual que lo que
se conmemore sea el aniversario de varias organizaciones comunistas
locales. Él sólo sabe que es fiesta, y para celebrarlo no duda en
vestirse de Superman, uno de los referentes culturales del vecino
estadounidense
Aunque
no siempre es fácil sacar una sonrisa. Este chico, un musulmán de la
República Centroafricana, no encuentra motivos para hacerlo. La milicia
cristiana Anti-balaka asesinó a su padre y ahora vive en un campamento
de refugiados en la ciudad de Boda, con su madre y su hermano pequeño.
A otros su tierra les hace sufrir tanto que hasta les hace llorar. Este
muchacho palestino no puede contener el llanto durante el funeral de
Ibrahim Mansour, un joven de 26 años asesinado por soldados israelíes en
Gaza.
Al
otro lado de la valla la situación es muy distinta. Los judíos
ultraortodoxos de Bnei Brak, una población israelí, pueden permitirse
festejar el Purim, una fiesta tradicional de su religión, estrenando
trajes
Porque
todo el mundo tiene derecho a una fiesta y a estar guapa en ella. Esta
joven californiana tiene un baile de graduación, y luce con orgullo el
vestido que le ha prestado el servicio de asistencia social de Los
Ángeles, que de otro modo su familia no se podría permitir.
Cuando
hay celebraciones, los conflictos quedan en segundo plano. Una niña de
Donetsk, al este de Ucrania, vive ajena a la tensión entre su país y
Rusia. A ella lo que le importa es que estamos en Pascua y hay huevos de
chocolate.

Nos vamos a Oriente Próximo, a una instantánea que podría malentenderse, pero no deja de ser inocente: un crío levanta una pistola de juguete mientras una niña se viste tradicionalmente junto a un mural de Jerusalén, durante la festividad judía del Purim en su escuela de Sderot, junto a Gaza. Sonríe a pesar de que 60 cohetes fueran disparados en la localidad días antes por la Jihad islámica. La costumbre les hace endurecerse.

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